lunes, 14 de marzo de 2011

No todo vale

Sigo impactada, desde ayer que no pienso más que en Sharon Tate.


Imaginaos que estáis leyendo un dominical, lleno de cosas variadas  no demasiado densas. Un poco de moda, algo de actualidad, curiosidades sobre cuadros radiografiados, chorradas sobre el polvo, y de repente la foto en color del cuerpo sin vida de Sharon Tate.

El artículo versaba sobre el libro que han publicado con las impresiones del médico forense que tuvo que investigar la muerte de algunas celebridades, entre las que estaba Sharon. Ya simplemente las partes del libro en que se describe lo que el doctor encontró al llegar ponen los pelos de punta, pero la foto... no sé qué habrán sentido las mujeres embarazadas de ocho meses que la hayan visto. Yo me acordé de todas las que conozco y se me encogió el alma.

No sé qué me pareció más monstuoso, si la propia imagen que realmente te da ganas de llorar y gritar al mismo tiempo, o ver su desnudez, su muerte y la de su hijo puestos en el domincal de un periódico como una mercancía a mostrar como reclamo.


Os aseguro que sentí tanta rabia contra la lerda que lo publicó que si en ese momento hubiera tenido la oportunidad, le quito hasta la carrera de periodismo ¡Zas! A tomar por el culo, no te mereces escribir para otras personas.


¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo es posible que alguien se plantee siquiera publicar la foto de una persona muerta? Quizá nos estamos acorchando o, parafraseando al gran Antonio Carreira, nos estamos "agusanando", eso nos decía. Carreira decía que estábamos volviéndonos como los gusanos: sin orejas, porque para lo que hay que oir..., sin ojos, porque para lo que hay que ver... Y eso hace casi treinta años, que aún teníamos pudor ante las desgracias. Luego todo empezó poco a poco a ir a más, a peor. Al principio recuerdo que avisaban "Advertimos que las imágenes que verán a continuación podrían herir su sensibildad..." Ahora ni avisan, sin más te muestran una pila de cadáveres sobre un carro de bueyes en Irak mientras el periodista nos da la noticia del atentado, tan parecido a todos los curridos desde hace tantos años; o mientras te explican lo torrencial de una crecida del río ves cómo el señor de turno que pide ayuda atrapado en su coche es arrastrado y tragado por la corriente, o cómo un grupo de energúmenos abate a tiros a una osa que había entrado en una población en busca de comida.


Pero me niego a no sentir. Exijo que la muerte de cualquier ser vivo siga siendo una tragedia, tanto si es el Papa como si es un pino mediterráneo. No quiero ver esas imágenes en los telediarios, no quiero que sea cotidiano, habitual y ordinario, porque eso hará que en breve me de igual y que me vuelva indiferente.


Nada es más cruel que la indiferencia


 

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